Lo que tuvo que ser una fiesta para todas las personas que viajaron hasta el centro porteño, se convirtió en incertidumbre y resignación
Subir a lo que sea, una tendencia en crecimiento sin control en los festejos argentinos (Foto: David Danaher)
El malestar y la resignación fueron, entre otras cosas, las grandes figuras del "encuentro" del día. Como si se tratara de un clásico argentino, estar dispuesto a que las cosas no salgan como uno lo espera ya no es algo nuevo.
Lo que debía ser, una fiesta para todo el pueblo, se convirtió en una escapada esperanzada que terminó en resignación e incertidumbre.
Ciudad y Nación en ningún momento se pusieron de acuerdo para presentar un plan formal para el cual, las personas que fueron hasta allí puedan disfrutar organizadamente, e incluso se les provea agua en convenio con empresas, como lo han hecho anteriormente, con el fin de que puedan hidratarse ante el calor sofocante de la tarde.
Tampoco hubo, como correspondería, un vallado de contención en Ciudad de Buenos Aires con el fin de resguardar no solo la seguridad de la caravana de los jugadores, sino también evitar situaciones de peligro y corridas.
La desolación del Poder Ejecutivo, quedó en evidencia hoy más que nunca. Invitando, organizando y planificando un acto que ni ellos supieron aprovechar y mucho menos fue utilizado con los fines por los que fue montado: ya que tampoco la selección tuvo la actitud de siquiera acercarse a la Casa de gobierno.
La decisión más correcta que pudo haber tomado Messi (y compañia), además de no bajar los brazos en ningún momento durante los partidos, es haber pegado la vuelta y volver a Ezeiza. y que cada uno se vaya a su casa. Es hora de descansar campeones, ya suficiente alegría nos dieron a todos nosotros.
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